viernes, 14 de junio de 2013

Los caballos de Nueva España


   Con once caballos y cinco yeguas inició en 1519 el conquistador español Hernán Cortés la reproducción equina de México, y en los casi cinco siglos que distan de aquella fecha se han multiplicado tanto que hoy suman cerca de siete millones de ejemplares, ocupando este país el tercer lugar mundial en producción de caballos, después de Estados Unidos y China.
   Desde las primeras décadas de la Colonia los equinos encontraron en México un campo fértil para reproducirse, de suerte que a fines del siglo XVI el notable poeta Bernardo de Balbuena ya destaca en su obra maestra “Grandeza Mexicana” la gallardía, brío, ferocidad, coraje y gala de México y su gran caballería.

Recuas, carros, carretas, carretones…

   Nacido en Valdepeñas, España, Bernardo de Balbuena (1562-1627) fue traído por su padre a Nueva España, a la región de Nueva Galicia, formada por los actuales estados de Jalisco y Nayarit, donde tuvo oportunidad de intimar con la Naturaleza y las bondades del campo. En su largo poema Grandeza Mexicana, Bernardo hace una espléndida alabanza de la Ciudad de México y su intenso comercio:
   Recuas, carros, carretas, carretones,
De plata, oro, riquezas, bastimentos
Cargados salen, y entran a montones […]
   Arrieros, oficiales, contratantes,
Cachopines, soldados, mercaderes,
Galanes, caballeros, pleiteantes […]
   Anchos caminos, puertos principales
Por tierra y agua a cuanto el gusto pide
Y pueden alcanzar deseos mortales.

La gallardía de México y su gran caballería

   Más adelante, al hacer un elogio de los centauros fieros, que en confuso escuadrón rompen sus llanos, de carrera veloz y pies ligeros, el poeta evoca en varios tercetos las hazañas de jinetes y caballos famosos de la historia, para concluir que nada ni nadie podrá contrahacer la gallardía, brío, ferocidad, coraje y gala de México y su gran caballería.
   Comparando después a México con la gran caballeriza del dios Marte, hace Bernardo una bella descripción de las razas de equinos que ya entonces poblaban el país, como el castaño colérico, que al aire vence si el acicate le espolea; el tostado alazán, el remendado overo, el valiente y galán rucio rodado, el rosillo cubierto de rocío, el blanco en negras moscas salpicado, el zaino ferocísimo y adusto, el galán ceniciento gateado, el negro endino de ánimo robusto, el cebruno fantástico, el picazo engañoso y el bayo al freno justo.

Los caballos son del campo, no de la ciudad

   Finalmente, el gran poeta se duele de que los caballos pasen la vida en la ciudad, lejos del campo, su natural hábitat:
   En el campo están ricos los caballos,
Allí tienen su pasto y lozanía,
Darles otro lugar es violentallos.
   No hay jaez de tan rica pedrería,
Ni corte tan soberbia y populosa
Que no les sea sin él melancolía.

   Obra consultada: Bernardo de Balbuena. La Grandeza Mexicana (1604).
   Imagen: Óleo de Rodrigo Barba. Museo de los Cinco Pueblos. Tepic, Nay.

   Para más información sobre el origen y desarrollo del caballo en México, recomiendo al apreciado lector el siguiente artículo:


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