viernes, 6 de julio de 2012

Consejos de un arriero al hijo que busca esposa


En su obra “Las Tierras Flacas” (1962), Yáñez habla de un viejo arriero, don Epifanio, que compendiaba su experiencia y sabiduría adquirida por aquellos caminos en un interminable chorro de refranes. Así, por ejemplo, cuando alguno de sus hijos quería casarse le soltaba los siguientes:
n  Gallo, caballo y mujer, por su raza has de escoger.
n  Caballo que llene las piernas, gallo que llene las manos y mujer que llene los brazos.
n  La comida y la mujer por los ojos han de entrar.
n  Con toro jugado, mucho cuidado.
n  La mujer mala o buena más quiere freno que espuela.
n  La mula es mula y cuando no patea recula.
n  La cobija y la mujer, suavecitas han de ser.
n  La que al toser te entienda, tiene buena rienda.
n  Al que se acuesta con luz, aunque le apaguen la vela.
n  Ni grullo ni grulla, ni mujer que arguya.
n  A tu palo, gavilana, y a tu matorral, coneja.
n  El freno a la yegua al diente y a la mula hasta la frente.
n  Yegua grulla o flor de durazno, mejor asno.
n  La mujer alta y delgada, y la yegua colorada.
n  Hijo de tu hija es tu nieto: hijo de tu hijo, quién sabe.
La fuerte dosis de machismo que contienen algunas de estas sentencias obedece obviamente a la época y circunstancias en que fueron acuñadas o divulgadas en México, durante el apogeo de la arriería, entre los siglos XVII y XIX. De cualquier manera, éstos y otros muchos refranes utilizados con frecuencia por los mayores, eran tomados muy en cuenta por los jóvenes, ya que “los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos”.
Fuente: “Las Tierras Flacas”. Agustín Yáñez (1962)

2 comentarios:

  1. Sé que no debemos descontextualizar las obras de sus tiempos y sus circunstancias, pero me alegro de que esos dichos vayan quedando solo como anécdotas machistas. Buena recopilación. Saludos. María de Lourdes Chávez

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    1. Gracias por tu comentario, Lourdes. Ciertamente los arrieros fueron machistas porque era su tiempo y su circunstancia. Sin embargo, hubo excepciones: Mi abuelo Ramón Loera, arriero de toda la vida, tenía un gran respeto por su esposa y por la mujer en general. Te mando un cordial saludo.

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